viernes, 14 de enero de 2011

Capitulo 1


El detective Kurt Ledger abrió la puerta de su oficina. Un joven de unos diecisiete años con el pelo mojado apareció por la puerta, sus ropas descubrían una imagen de un joven de familia pobre, si no era que vivía en las calles. Los dos se quedaron mirando durante un minuto.
-     ¿Cuánto te han pagado por traer una sola carta, pequeño? – Kurt se mostraba aún dudoso.
-     Cien dólares señor… - el joven agachó la cabeza ocultando su rostro. Kurt suspiró al ver de lo que había temido por un momento.
-     Debe de ser algo importante si te han pagado tanto, ¿Cómo era la persona que te ha pagado?
-     No le vi la cara señor, su rostro estaba tapado por un pañuelo con un extraño símbolo. Algo como una especie de dos triángulos rojos. – En ese momento el joven miro a Kurt a los ojos, notando el miedo que el mensajero tenía.
-     Vete a casa chico, parece que la noche va a empeorar. – El joven detective acarició la cabeza del chico y este le dio el mensaje, al darle la carta el joven corrió escaleras abajo, Kurt, sin esperarse tal respuesta, mira extrañamente el pasillo de la entrada antes de cerrar la puerta.
Giró sobre sí mismo al oír el sonido de la puerta chocando contra el marco mientras que buscaba algún dato que pudiera ayudarle a saber quién le envía la carta, nada, ni una sola marca sin contar el sobre mojado por la lluvia.
Kurt dejó el paquete un momento en la mesa mientras se encendía un cigarrillo frente al espejo de pared que había al lado del perchero, los tirantes negros con la camisa blanca le daban un toque más sofisticado para tener solo treinta y un años, pero él se sentía a gusto con ellos. Sin pensarlo más abrió la carta y una nota escrita a mano cayó al suelo. La recogió del suelo y se colocó cómodamente en su silla colocando sus pies encima de la mesa y soltando una bocanada de humo.

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Querido señor Ledger:
Ante todo mis disculpas al entregarle esta nota por terceras personas, pero me ha sido imposible visitarle.
Probablemente se preguntará por qué le escribo verdad, vayamos al grano señor Ledger:
Me informaron de que usted es detective, aún sabiendo que ha tenido fracasos últimamente, le daré una sola oportunidad, si resuelve el caso, le daremos lo que usted pida, si no lo resuelve, le mataremos. Perdóneme si le ha parecido una amenaza, solo le estoy indicando lo que pasará si no lo consigue, pero no le obligaremos a cumplir tal caso.
Si decide aceptar el encargo, reúnase conmigo dentro de tres días bajo el puente de brooklin a las 12:00. Un cordial saludo.
Sr. Albarn.
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Kurt quedó pensativo por un momento, podía hacerlo, por un lado no iba a conseguir ninguna oportunidad mejor que salir de este cuarto de cuarenta metros cuadrados y si quería morir dignamente tenía la oportunidad frente a sus ojos.

Prólogo

Las 4:30 de la mañana, y aún sigo despierto. El fracaso nunca se me ha dado muy bien, desde que empecé con este trabajo todo han sido fracasos. Siempre es lo mismo: acepto un trabajo, lo echo a perder, el cheque se rompe y lo único que me hace olvidarlo es una botella de Jack Daniels en la mesa.
Hay momentos en los que un sueño desaparece, el mío desapareció hace mucho tiempo, el sueño de ser algún día como mi padre. Aún guardaba el revólver que me dejo como herencia, y que mi abuelo le dejo como herencia a él. Era una Colt del calibre 45, esas reliquias ya no se fabricaban. Por lo que me llegó a contar mi padre en una de las pocas conversaciones que tuve con él antes de que desapareciera, mi abuelo siendo un niño robó este objeto del escaparate de una tienda de armas. Esta arma ha estado en nuestra familia por largos años, y un arma se ha creado por lo que se ha creado, para quitar vidas. Es gracioso cuando sabes que tienes tu vida en tus manos, tan solo en una bala más pequeña que tu dedo meñique.
El barrilete estaba lleno de polvo, sería mejor limpiarla antes de usarla, pero, ¡seré idiota! En que estoy pensando. Un suicidio es la forma más cobarde de morir, solo necesito resolver el siguiente trabajo, aunque hace meses que no me llega ninguno.
El revólver volvía a brillar como la primera vez que salía de la fábrica, podías ver tu reflejo en el cañón. La chaqueta me da calor, pensé que sería mejor no mancharla de sangre, podría utilizarla otra persona.
Ha empezado a llover, debería terminar con esto ya. Al meterme el cañón en la boca note el frío del metal y su sabor amargo por el limpia plata que le unté. Al cerrar los ojos noté como el telefonillo de la calle sonaba, ¿Quién podría ser a estas horas de la madrugada?
-     ¿Quién es? – Apreté al mismo tiempo el botón que hacía que sonara mi voz en la calle.
-     Mensaje especial – una voz joven en plena pubertad sonó del aparato.
-     ¿A estas horas? – El horario de mensajería acababa a las 9:30.
-     Un hombre me pagó para dárselo, por favor, está lloviendo. – Me hizo dudar pero, por un momento, el revólver podría esperar.